El maridaje de vinos es algo complejo; no se trata solo de ver el tipo de caldo y asignarle diferentes alimentos, sino que se trata más bien de una experimentación entre sabores y olores.
En general hablamos de maridaje a la conjunción entre un vino y un alimento, con el propósito de realzar sus sabores y conseguir mayor placer al comerlos.
Es un proceso tan antiguo casi como el propio vino, ya que siempre se han recomendado ciertos alimentos con cada tipo de caldo.
¿En qué consiste el maridaje?
Para conseguir un maridaje perfecto hay que tener en cuenta:
– Los diferentes sabores: ácido, salado, dulce y amargo
– Las sensaciones táctiles y químicas (la textura, el picante)
– La temperatura (que puede modificar mucho el sabor de los alimentos)
– Los aromas
En muchas ocasiones es sencillo conseguir un buen maridaje a través de los sabores (por ejemplo, vinos dulces con postres), a través de aromas (alimentos ahumados con vinos blancos) o de colores (carne roja con vinos tintos).
Sin embargo, no existen reglas fijas para llevar a cabo un maridaje, y será la destreza del sumiller la que nos ayude a conseguir un resultado perfecto.
Maridajes más comunes
– Vinos rosados: verduras, pasta, arroz, tortillas
– Vinos tintos jóvenes: embutidos, quesos semicurados, pescados azules, setas, algunas carnes blancas y rojas.
– Vinos tintos crianza: carnes, guisos de carnes roja, quesos curados, embutidos
– Vinos tintos reserva: platos de caza, guisos y chocolate con alto contenido de cacao
– Vinos blancos jóvenes sencillos: aperitivos y entrantes ligeros
– Vinos blancos jóvenes más serios: pescados blancos, mariscos, quesos frescos, ensaladas.
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